Fotografía: Clara Carrasco
“Cada vez tengo más claro que la vida se parece a un circo” piensa Manuel Garrido, escultor, que hasta el próximo 10 de diciembre expone en la Sala de la Provincia de la Diputación de Huelva Zooilogic, 14 figuras, 14 animales de circo que “en realidad son personas”, con sus historias circenses.
“He montado un escenario, porque en realidad el arte es eso, montas un soporte, un lienzo, y a partir de ahí pones lo que quieres. Son circunstancias, momentos, actitudes y acciones expuestas en un circo donde hay animales que son humanos”.
Y a partir de ahí, de la imaginación y la composición artística, se expresan sentimientos y realidades como la envidia, o la soledad de una sociedad que “quiere alcanzar objetivos a costa de lo que sea. Yo siempre he sido una persona que ha trabajado con libertad pero con respeto y se ha perdido mucho de eso, de educación. No estoy amargado con el mundo pero hay que remover la conciencia. Abrir los ojos. Este tipo de personajes los asocio con mucha gente”.

Zooilogic comenzó en la imaginación de Manuel Garrido hace ya siete años. Una escultura le llevó a otra. Una idea, a la siguiente. Todo con matices irónicos enredados en cierta bizarría.
Su primera pieza fue la cabra montada en la escalera, a la que llamó ‘Lolita’ y la catalogó como ‘You are the one’. El animal aparece fatigado, con la lengua fuera. Puede ser una metáfora de aquellos que se quedan exhaustos por alcanzar un objetivo a costa de todo. Le lleva a reflexionar sobre la condición humana y la sociedad actual. ‘Lolita’ fue la primera de estas catorce obras que, a modo de espejo, refleja a la persona que la mira. A modo de parábola, nos advierte de en qué nos podemos convertir, en animales del circo de la vida.
“En la última parte de la colección me di cuenta de que era necesario un soporte literario que acompañara a las piezas porque, si te fijas, en el catálogo hay cartelas explicativas con parábolas en la que asocias el personaje a una situación. Forma parte en el último momento de la obra porque creo que era necesario un acompañamiento, que se explicara. El arte tiene que ser un concepto pero necesita un apoyo”.

Aunque al principio no era la intención, finalmente un hilo narrativo recorre todas las obras de la exposición que ya está cerrada, “ya no quiero hacer ninguna escultura más de esta serie que a mí me gustaría que sirviera para algo, para reflexionar. La exposición es muy explícita, no necesita ningún manual, no es algo abstracto, mi obra es bastante explícita, se entiende perfectamente”.

Paseando por la Gran Vía, a través de las cristaleras se puede ver desde la calle a aquellos que se han acercado a ver la obra de cerca. Y entre los que están en la Sala de la Provincia sorprende el elevado número de niños. “Lo del público infantil es algo que no tenía previsto, pero me agradan este tipo de sorpresas y que les llame la atención”, tal vez por iconos como Mickey Mouse o Pinocho o por la representación de animales. “Creo que los padres no deben vetar ningún tipo de arte a sus hijos, me agrada que hayan venido. Los padres harán una lectura de la exposición y los niños harán otras».

El vaso de agua con el plátano. “Hay artistas que defienden que cada uno es libre de interpretar lo que quiera con la obra pero para mí ahí hay parte de pereza mental. Hoy día veo mucho arte que se crea por impulso sin preocuparse de si se entiende, yo quiero que lo entienda el espectador. Muchas veces no hay una base sólida en lo que se hace, comprendo que hay impulsos, conceptos, sensaciones, todo eso me parece muy bien, pero yo intento meter el dedo en la llaga y remover conciencias y a partir de ahí que cada uno saque sus conclusiones”.
“Nunca haría escultura de Semana Santa, me parece una forma de entender el arte del siglo XVII o XVIII y que si lo sigues haciendo, estás continuando, no innovando, aunque incorpores algo en la inconografía, estás haciendo una reinterpretación del arte Barroco que no deja de ser arte del siglo XVIII. Eso ya pasó a la historia”.
“Creo que hay otros materiales, otras técnicas, otras formas de comunicar. En ARCO no hay un crucificado ni una Virgen. Se ha convertido en artesanía, que valoro por el gran trabajo que tiene, pero a mí ese lenguaje no me llega”.
“Hay obras que no se sostienen. Hay artistas que no saben explicar su obra, que no se basan en nada sólido, no puedes decir esto es lo que tú interpretes. Hay cosas de poca vergüenza, pero hay veces que una galería lo sostiene. Si no justificas, el proyecto no se sostiene”.

Manuel Garrido no sólo es artista, también es empresario, dos facetas que separa, que delimita hasta el punto de tener dos páginas web, una para cada cosa. La de la empresa se llama Fantasía Plástica.
Hace ya casi 25 años, en un viaje a Valencia, vio el filón creativo, y también económico, en el trabajo que allí se realizaba en las fallas infantiles con poliestileno, muñecos muy pequeños en corcho blanco. Pensó que ese trabajo lo podía extrapolar a otro contexto. Le interesó mucho la técnica basada en un sistema de corte con calor, escultura por extracción no por adición, muy versátil.
“Cuando vi aquello se me abrió una visión de la escultura totalmente distinta. Si no llega a ser por aquel viaje en el que descubrí nuevos campos en el mundo de la escultura… yo tenía en mi cabeza imaginería o la escultura en bronce y barro, muy monótono para mí. Descubrí que con muy poco se podían hacer muchas cosas”.
“Modelo muy pocas cosas en barro, también trabajo el hierro, pero me gusta ese tipo de materiales como el corcho o el poliester, un concepto distinto de escultura del que a todos se nos ocurre con madera, bronce o barro. Lo importante es dignificar al material y que esté bien decorado y recubierto. Hay materiales que aparentemente no son muy nobles pero que funcionan perfectamente como material escultórico”.

Tiene un estudio de 50 metros cuadrados en el que caben las esculturas, algunas de gran formato, pero pronto ocupará una nave mayor en la que ubicará esta exposición. La idea es hacer también formación en la nave en temas relacionados con la escenografía, decoración, iluminación o sastrería, formación de atrezo y escenografía.


Gran parte de su tiempo se lo está llevando ahora la elaboración de figuras para distintas cabalgatas de Reyes Magos. Garrido trabaja en todo aquello que tenga volumen. Escenografías, decorados, corpóreos, trofeos, escultura pública… La parte comercial le permite poder hacer este tipo de colecciones.
“Esta exposición, que me ha llevado siete años, la he tenido que hacer poco a poco por falta de tiempo. Zooilogic tiene un mercado pero es difícil, a la escultura le cuesta mucho trabajo salir, no es la pintura, necesita espacio y el cuadro parece siempre una ventana que no ocupa. La escultura es la hermana pobre y es muy complicado venderla aunque yo no lo he hecho con la intención de venderla”.

“Tengo esa necesidad de expresión, de comunicarme, es otro lenguaje. Tengo una manera de entender la vida. Me ha importado mucho disfrutar con lo que hacía, he sido muy hedonista, sé que es una escultura muy difícil de vender pero ahí tengo la satisfacción. Están entrando muchas personas en la sala. Sólo el día después de la inauguración entraron más de 300 personas. Los catálogos se agotaron el primer día”.

Confiesa que una vez que concluyó esta exposición se quedó “vacío” más de un año. Nunca le había pasado y percibió una sensación desagradable. Ahora tiene varios proyectos en mente pero todavía no se ha decidido por ninguno. Zooilogic ha dejado el listón bastante alto.

