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Yunke: Sueños de mago

Fotografía: Clara Carrasco

No fueron pocos los niños onubenses que en la noche del sábado se fueron a la cama soñando con la magia, con trucos imposibles y preguntándoles a sus padres, una y otra vez, cómo lo había hecho Yunke, aquel niño que con siete años se enamoró sin remedio de la magia en un circo y quiso ser él, con los años, el protagonista de aquellas ilusiones.

“No hay nada como un sueño para crear el futuro”, citaba Yunke a Víctor Hugo para presentar su espectáculo Origen en la Casa Colón de Huelva. “Hacer posible lo que imaginamos”, soñaba el mago que durante toda la noche hizo aparecer y desaparecer cosas, escapar de sitios imposibles, acertar siempre las cartas y hasta hacer volar a una señora tumbada en una mesa.

Campeón del mundo de magia, ofreció un espectáculo variado, muy cercano, con mucha participación del público, mezclando magia y humor, como durante décadas hizo su maestro Juan Tamariz, sacando a la par sonrisas y caras de asombro.

Para empezar, eligió a una persona del público para que escogiera una carta, luego sacó un cuchillo… mientras una máquina hacía volar toda la baraja, a toda velocidad, lanzó a distancia la daga para clavar sobre una madera la carta elegida previamente. Y acertó, No es posible.

Sin descanso puso una sábana sobre una silla y apareció una mujer al retirarla.

Los que iban a la Casa Colón a sentarse en la primera fila para descubrir dónde estaba el truco lo iban a tener difícil.

A la ayudante que había aparecido por arte de magia, nunca mejor dicho, decidió ensartarla con todo tipo de varas y una espada por si acaso estaba todavía viva…

Pero no, no la mató esta vez y allí aparecieron felices e intactos los dos.

Hecha la presentación inicial comenzó la parte más divertida del show, aquella en la que va subiendo al escenario el público, mucho voluntario con la mano levantada, para ser partícipe de la magia. Unos para que los grabara la familia, otros para ponérselo todo lo difícil que pudiera e intentar descubrir al mago. Sobra decir que ninguno fue capaz.

Con los ojos vendados y después de dar muchas vueltas disparó una flecha a un globo con la posibilidad de dar a algunos de los voluntarios. “Es la primera vez que sale bien”, sonreía. Y se dejó atravesar por una cama de pinchos afilados sin que le dejara ni un rasguño.

Los dos voluntarios que habían subido al escenario no se salían de su asombro. Había enrollado una tela que era blanca, la había dejado a buen recaudo en la mano de él. Ella eligió una carta después de una baraja. Y cuando él desenrolló la tela allí estaba esa carta. Bajaron muy despacio del escenario dándole vueltas a lo que había ocurrido.

La parte más especial de todo el show fue cuando Yunke subió a los más pequeños al escenario. Nada más que por ver sus caras merecía la pena pagar el precio de la entrada. Delante de sus ojos vieron desaparecer monedas de sus manos sin que les tocaran. Por mucho que se fijaron no lo descubrían. Sus reacciones y frases de espontaneidad, impagables.

También apareció algún que otro fantasma por el escenario, aunque está claro que no existen y sólo hay duendes buenos… bueno, y muñecas diabólicas que se mueven solas por el escenario.

Para el final quedaron los números más espectaculares. Un hombre de Vitrubio de Leonardo da Vinci encarnado en Yunke que se parte en dos o un homenaje al mejor escapista de la historia, Houdini, escapando de una camisa de fuerza después de haber sido encerrado en una caja apuntillada y con cuerdas. O cómo se teletransportó al Ojo de Orus…

Quién sabe si dentro de unos años aparecerá un día en Huelva un nuevo mago que nos cuente su historia. Tal vez nos diga que una noche de sábado en la Casa Colón se enamoró de la magia con un espectáculo que vio de un ilusionista que se llamaba Yunke y que, ahora ella o él, sigue haciendo girar la rueda de los sueños que lo hacen todo posible sólo con imaginarlo.