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Un concierto ‘Superpipa’

Texto: Juan F. Caballero / Fotografía: Clara Carrasco

Tratándose de Rabino, la metáfora natural sería la de comparar el Gran Teatro con una sinagoga, pero la realidad es que el templo musical onubense tenía este jueves un parecido más razonable con la grada de animación del Benito Villamarín (donde juega el equipo de los amores de un Rafa Pérez arropado por los suyos como nunca antes).

Rabino no defraudó en su gran cita, el Gran Teatro habrá conseguido llenos históricos y sonidos épicos a lo largo de sus casi 100 años de historia, pero difícilmente se habrá alcanzado la excelsa comunión entre público y artista que se dio este jueves. La banda y su incondicional grupo de seguidores se fundieron con un objetivo común, pasarlo ‘Superpipa’, como dicta uno de los temas más conocidos del autor.

Desde una hora antes, la calle Vázquez López era un hervidero de camisetas rabínicas, risas, sombreros con trenzas y estribillos soltados al aire por su grupo de seguidores. El ambiente despertaba la curiosidad de los viandantes que no podían permanecer ajenos a ese rito judaico que de repente había tomado las calles.

Una mujer, móvil en mano, detenía a uno de sus seguidores y preguntaba:

-Oye, ¿Qué es el paveopop?

-Es un estilo musical propio de canciones pop para gente que aún no ha superado la edad del pavo – respondía con seguridad el fan ataviado con camiseta y sombrero para la ocasión-.

Mientras, el gran protagonista del evento, soltaba nervios en los camerinos y se asomaba tímidamente ante un esqueleto de multitud con las gradas aún vacías.

No fue un concierto de amigos a los que nos tiene acostumbrados el autor aracenense, el público respondió y en el patio de butacas apenas se veían salpicados algunos huecos que no lastraron el clima de buenrollismo que se había alcanzado durante la jornada.

El primero en salir al escenario fue Fernando Bazán, desde su ordenador cargado de los ingenios de un productor musical no lo suficientemente reconocido, creaba expectación al ritmo de la Banda Sonora Original de ‘Kill Bill’ (Quentin Tarantino). Poco a poco los miembros de la banda, nacida para este concierto, fueron saboreando las mieles de los aplausos y acariciando sus instrumentos antes de la apoteosis que se estaba gestando desde los asientos.

La primera de las ovaciones llegó con la salida de Rabino al escenario, sería la primera de las muchas ocasiones en las que puso al público en pie. No lo podía esconder, estaba visiblemente emocionado, agradecido, entusiasmado…

Pero pronto, se puso a la faena al iniciarse los primeros compases de uno de sus nuevos temas, ‘Voy a hablar de mí’, con la que comenzó una de las mejores noches de su vida.

Fue un concierto eminentemente divertido, la gran noche del ‘Paveopop’, canciones con letras cargadas de humor, mucho ritmo y efectos de sonido con una producción musical que nada tiene que envidiar a la de cualquier estrella internacional. Debajo, brazos en alto, y saltos desde las butacas para acompañar la energía que brotaba a borbotones desde el escenario.

Rabino eligió sus seis temas nuevos para iniciar el concierto, pese a todo, ya había algunos que se sabían las letras de las canciones presuntamente inéditas y acompañaban con coros a su ídolo. Sus clásicos, los dejó para el final, a sabiendas de que la demanda popular los haría fluir tarde o temprano.

La escenografía también dejó ver que los componentes se habían tomado muy en serio el humor, tras la banda (unanimidad sobre el buen hacer de los instrumentistas) se proyectaban diversos vídeos para hacer la experiencia más completa, incluido un video de ‘Le petoman’ el hombre que en los años 20 del pasado siglo se hizo famoso en toda Francia por ser capaz de interpretar ‘La Marsellesa’ con sus flatulencias. El documento histórico hizo de acompañamiento para uno de sus pegadizos temas, ‘Gas letal’.

Fue en los ‘bises’ donde ya el público no aguantó más. Los tres últimos temas el público no aguantó en sus asientos, especialmente cuando comenzaron los sones de ‘Mi heroína’ el gran hit de este autor dedicado a Carolina Marín y cuyo estribillo todos se saben a la perfección. Muchos salieron de sus asientos hacia los pasillos laterales para poder bailar el tema a sus anchas, otros directamente se levantaron y lo hicieron sobre su butaca. Tras el éxtasis ya nadie se sentó hasta el final de concierto.

La música estuvo interrumpida entre tema y tema por los certeros chascarrillos de la mente inquieta de Rabino, tras el concierto hubo asistentes que confesaron haber tenido lágrimas en los ojos:

-Ya teníamos ganas de venir a Huelva (dijo el autor que reside en esta ciudad desde hace décadas)

No faltaron tampoco comentarios a la ‘crisis rabínica’ que se vivió el día anterior. Un problema en una de las tuberías del Gran Teatro estuvo a punto de frustrar el momento más esperado de Rabino y para lo que se habían preparado concienzudamente durante meses. Tanto es así, que la organización llegó a devolver el dinero de las entradas por venta online. Finalmente, el Ayuntamiento solventó la situación diligentemente y fue capaz de devolver al público la ilusión. Al respecto, un Rabino sembrado de ingenio comento:

– ¿Qué?, ¿Problemas con las entradas?, para entradas estas… dijo quitándose el sombrero y señalándose su despoblada cabeza.

Pero al final, todo salió a pedir de boca. El público disfrutó de lo lindo, Rabino vivió su éxtasis particular, la banda sacó sus mejores notas de la chistera para demostrar que el ‘Paveopop’ merece un sitio reconocido entre los estilos musicales.