Fotografía: Clara Carrasco
La pasión, el engaño, las dudas y la muerte siguen llenando teatros. Desde su estreno en Roma un 14 de enero de 1900, sigue apasionando el personaje de Tosca, la música de Giacomo Puccini y la historia de Victorien Sardou, una obra que tuvo en su primera intérprete a la mismísima Sarah Bernhardt.

La de anoche era una de esas citas marcadas en el calendario cultural de la temporada teatral onubense. Una de esas noches en la que se respira cultura en la calle Vázquez López con colas para entrar en el Gran Teatro. Al público de Huelva le sigue atrayendo la ópera.

El lleno en el Gran Teatro no impidió el silencio sepulcral antes del inicio de una ópera que genera respeto en un público dispuesto a transportarse a otro siglo y que, como es preceptivo, le dedicó la primera ovación al director de la orquesta, José Escandell.


La Tosca que se pudo ver anoche fue la de la Ópera Nacional de Moldavia María Biesu, con Olga Perrier (Tosca), Oleksii Srebnytskyi (Mario Cavaradossi), Axier Sánchez (Barón Scarpia) y Armando del Hoyo (Cesare Angelotti) en los personajes principales bajo la dirección artística de Leonor Gago.



Y así fue como la vida y la música se trasladó a un lejano 14 de junio de 1800, pasando a importar de nuevo la historia del pintor y amante Mario Cavaradossi; del excónsul de la República de Roma, Césare Angelotti; del malvado jefe de la policía, el barón Vitellio Scarpia; y, sobre todo, de la cantante y actriz, desgraciada, celosa y apasionada, Floria Tosca.
Con el Te Deum al final del primer acto se llega a uno de los puntos culminantes de esta ópera, uno de los momentos más esperados de Tosca con el que concluye el primer acto con la presentación de la historia, para seguir con el segundo acto con el acuerdo entre Scarpia y Tosca y las dudas de la victoria y la derrota de Napoleón, y concluir el tercer acto con la muerte de Cavaradossi y Tosca.


Noche de gala en el Gran Teatro onubense con la cultura como seña de identidad de un público que quiere más.
