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Todos echamos de menos a Saramago

Fotografía: Clara Carrasco

Pasarán décadas y se seguirá reuniendo la gente para hablar de José Saramago. De su obra, vida y pensamiento. Ni una tarde, ni una crónica dan para contar una mínima parte de todo lo que nos dejó el Premio Nobel de Literatura portugués. Apenas retazos, anécdotas, frases, sensaciones, recuerdos…

Con esa intención, sin más pretensiones, el Centro Cultural José Luis García Palacios de la Fundación de la Caja Rural del Sur acogió esta semana a un grupo de admiradores de Saramago encabezados por la presidenta de la Fundación que lleva el nombre del literato, Pilar del Río, encargada de recoger el premio Ocib a la Cooperación Iberoamericana 2022.

Estamos en el año del centenario del nacimiento de Saramago, un autor que no necesita efemérides ni premios para que se siga hablando de su interminable legado. Aunque todos los premios son merecidos y todas las fechas señaladas.

Los onubenses fuimos afortunados de tenerlo en nuestra tierra en muchas ocasiones. Como presidente del jurado del Festival de Cine Iberoamericano en 1988; en la Universidad de La Rábida en 1989 o 1992; en charlas promovidas por periódicos o instituciones que llenaba a rebosar para escuchar su palabra, su pensamiento, sobre la Guerra de Irak o sobre la vida.

También estuvo de forma imaginaria en La balsa de piedra (1986) cuando el personaje y su burro Platero atravesaba la provincia camino de los Pirineos…

Pilar del Río es su albacea, además de muchas cosas más. Periodista, traductora de la obra del escritor, presidenta de la Fundación José Saramago, y escritora con libro recientemente publicado, La intuición de la Isla, en el que recoge algunos de los momentos vividos junto a su pareja.

Pero sobre todo, Pilar del Río es la persona a la que todos los lectores y admiradores de José Saramago recurren para hablar de él. No en vano, es quién mejor conoció al hombre y a su obra.

Por dónde empezar con tanto por hablar. Por ejemplo, Saramago en la escuela.

En Portugal, los niños estudian Memorial del convento (1982) o El año de la muerte de Ricardo Reis (1984) que, aunque evidentemente son excelentes, tal vez sería mejor cambiarlos por Ensayo sobre la ceguera (1995) con el que los jóvenes se identifican más y que además aporta luz en un tiempo de incertidumbre.

Saramago fue singular en muchas cosas. Una de ellas es su pasión por la literatura española, algo no muy común en el país vecino, confesaba Pilar del Río. En la tradición literaria portuguesa España no es la gran referencia, prima la fascinación por Francia o la influencia de la cultura anglosajona.

El escritor, conociendo muy bien la literatura francesa como la conocía y habiendo sido traductor en sus primeros años de esta lengua, su referencia siempre fue la narrativa española y más tarde la latinoamericana. Otra singularidad. Se pueden encontrar frases de Antonio Machado o de Miguel de Unamuno en obras como El Año de la Muerte de Ricardo Reis.

La tarde pasaba entre lecturas de pasajes de libros, recuerdos de Lanzarote, los eventos que se siguen realizando en torno al escritor como los encuentros de lectores, la red de bibliotecas que llevan su nombre… y los temas que siguen rodeándole después de muchos años.

“Saramago era un hombre libre y desde la libertad se enfrentaba a los dogmas del pensamiento único, a lo políticamente correcto, consideraba al lector un ser inteligente, desde el respeto”, aseguraba Pilar del Río que años después sigue rememorando todo lo que ocurrió tras la publicación de El Evangelio según Jesucristo (1991).

Desde esa libertad de pensamiento, ¿por qué no plantear que si Jesucristo no era Dios vivimos en una sociedad cuyo pilar está basado en la mentira?

La historia es conocida. Saramago “tocó los cimientos de la sociedad”, se enfrentó a las normas académicas, al patriarcado, al dogma, a la libertad y luego se retiró a Lanzarote. Fue censurado y redimido. Tres años sin escribir otra novela hasta Ensayo sobre la Ceguera.

Siguen saliendo libros con el paso de los minutos. En Cuadernos de Lanzarote I (1995) se valora su coherencia y el ser consecuente. Se comentan Todos los nombres (1997), Viaje a Portugal (1981), Las intermitencias de la muerte (2005)…

“El legado es su obra, sus novelas”, sentencia Pilar del Río, atestiguando que 12 años después de su muerte cada vez más lectores lo buscan para encontrarse con otra persona con la que reflexionar sobre el mundo, ese mundo en el que siempre buscaba las dobles realidades, los dos puntos de vista, tal vez por la proximidad que tuvo durante toda su vida con el periodismo.

La voz del cantante ayamontino de fado Juan Santamaría y la entrega de premios y reconocimientos puso fin a una velada en la que entre el público se confesaba “soy mejor persona después de leer a José Saramago”, un autor que siempre recordaba que el hombre más sabio al que había conocido era su abuelo, que no sabía leer ni escribir.

Seguiremos hablando del escritor portugués y seguiremos echándolo de menos