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Tenía mucho que contar

Fotografía: Clara Carrasco

Carles Sans llevaba 40 años sobre el escenario sin hablar. Ayer nos dimos cuenta de lo que nos habíamos perdido. Un monólogo trepidante de más de una hora en la que no pararon las risas, con una gestualidad, desarrollada durante cuatro décadas, difícil de superar.

Un espectáculo muy medido y trabajado. En guion, en efectos sonoros, en las fotografías elegidas de fondo para acompañar sus historias pero, sobre todo, en ritmo, llevándote constantemente de una historia a otra, perfectamente entrelazado.

Salió bailando, animando, dando palmas, parecía el profesor de una clase de spinning, pero tuvo que parar. “No he calculado bien el físico…”. Se lamentaba entre las primeras carcajadas del público.

Capacidad infinita para reírse de sí mismo, sin dejar ningún aspecto al margen. Para reírse de sus compañeros de Tricicle, Paco y Joan, y de todo lo que les ha pasado por la vida. Parodia del público, de su familia, del mundo del espectáculo… Humor muy sano, de historias y situaciones con el único y difícil objetivo de sacar sonrisas, risas y carcajadas continuas.

Carles Sans habló después de 40 años y habló mucho. Con un ritmo trepidante que le llevaba a hacer todos los personajes de los sketch, imitando voces, a la vez que hacía de narrador. Dispuesto a contárnoslo todo lo que se ha callado en este tiempo y garantizando que “todo es verdad”.

Confesó que “el guapo de Tricicle” tenía dos objetivos en esta gira, “que el público se lo pase bien y forrarme para irme a meditar”. Y para eso le pidió ayuda a la platea para que se lo pasaran muy bien y lo divulgaran, reconociendo que el que más paga es el que más se ríe para amortizar la entrada…

Habló de cómo había sido el proceso de decisión de iniciar una gira en solitario por primera vez y cómo nadie le animó a ello, y habño mucho de su enorme e inoperable nariz.

Mostró las fotos en las que salía de pequeño en anuncios a los que le llevaba su madre como los de Antiu Xixona y Chiquilín y de cómo, sorprendentemente, la que más le animó a irse de gira fue su mujer, aunque eso supusiera no volver a verse durante mucho tiempo y casi todos los fines de semana. “Claro que sí, tira, tira, te ayudo a hacer la maleta. Esto es apoyo”, confesaba emocionado.

Antes de la gira, se hizo también un chequeo con todo tipo de aventuras, recordando su experiencia con los supositorios, con las colonoscopias, las pesadillas que tenía con el estreno o cómo le nombraban el ‘Nureyev catalán’ por su forma de bailar.

Otro punto de preparación de su gira fue intentar arreglar su bajo estado físico para lo que se apuntó al gimnasio, “y a los dos meses decidí empezar a ir porque no bajaba de peso”, se compró ropa deportiva, contrató a un entrenador personal con un intenso primer día de ejercicio… nada pareció salir demasiado bien.

Una vez contada la preparación, vino el repaso a su vida y a la historia de Tricicle. Comenzó con su infancia en los Escolapios, la mili, su primera aproximación al teatro, cómo conoció a Joan, como incorporaron a Paco y cómo metió la pata desde el principio con los dos. La crítica terrible que sufrieron tras su primera representación, cuando sus padres fueron a verlo por primera vez, la llegada a Madrid siendo detenidos por la policía y su relación con la movida, Sara Montiel, cuando los contrataron un mes para actuar en Japón…

“Quiero hacerme rico como los tres de la Trinca juntos. No es materialismo, es para poder operarme la nariz o tener un chófer o un avión propio, un puesto en el mercado de la boquería, o tener un gimnasio en casa, tres sherpas para que lleven la maleta de mi mujer…”.

“Prefiero el primer objetivo, haceros reis, porque si tal como dicen reír juntos enriquece yo hoy me he sentido el hombre más afortunado del mundo”.