Fotografía: Clara Carrasco
Una tarde de aventuras, música y palmas para los más pequeños en el Gran Teatro. Llegaba Tadeo Jones. La tabla esmeralda. El musical basado en la popular saga de dibujos animados, la más taquillera de la cinematografía española. Una fórmula de éxito garantizada.
Muchas, muchísimas canciones con voz en directo y bailes, con pequeños momentos de diálogo que iban avanzando en la trama conocida saltando de un lugar a otro del mundo a través del videomapping y cambios de decoración en el escenario.
Tadeo quiere ser explorador desde pequeño, pero no tiene mucha suerte. Sus grandes descubrimientos, la momia inca y el collar del rey Midas, no los puede contar porque traicionaría a sus amigos y todos piensan que es un explorador inútil y torpe, excepto su amiga Sara que conoce la verdad.
Momia es su compañera de aventuras, el personaje que más gusta a los niños, con el que más se ríen. Una momia diferente, una momia con carnet. Todo tipo de ocurrencias de alguien que no vive en su tiempo y lo confunde todo, para sacar risas a los más pequeños.
La acción comienza con un sarcófago egipcio descubierto en México, que los irá llevando por distintos países, Francia, Egipto… Liberan una maldición, saliéndole una cola de lagarto a Momia, combaten contra la mala Victoria Moon, que roba los tesoros que otros encuentran y al final Tadeo salva de nuevo al mundo y a sus amigos. ¡Y esta vez tampoco podrá contarlo!
Y no puede contarlo porque descubrirían a su nueva amiga, la faraona Ramona (Ra-Amon-A), el nuevo personaje de 4.000 años, un poco quisquillosa como diosa que es, pero que acaba aumentando la familia secreta de Tadeo junto a Sara y Momia.
Final feliz, como no podía ser de otra manera, con su mensaje. Lo importante es ser quien quieres ser aunque no tengas el reconocimiento público porque “El amor de los tuyos es el mayor reconocimiento que uno puede tener”.
