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Larga vida al Rock and Roll

Fotografía: Clara Carrasco

Si algo le quedó claro a los cientos de fans que anoche abarrotaron la Casa Colón de Huelva es que mientras le quede un aliento a Miguel Ríos, y por lo visto ayer le queda cuerda para rato, va a disfrutar con el rock y que llegará hasta el final con su forma de entender la vida.

No cabía un alfiler. El público respondió pese a la lluvia y a que era una función que tuvo que ser aplazada al haber contraído el Covid el cantante. Daba igual que fuera miércoles. Nada de eso importó. Cuando por los altavoces se escuchó “Señoras y señores, con ustedes Miguel Ríos and The Black Betty Trío” el público se levantó, ovacionó, jaleó y gritó. La estrella del rock acaba de hacer su entrada en el escenario.

Empieza la función. Ritmo trepidante, como no podía ser de otra manera, desde el principio. “Hola Ríos, hello Ríos, welcome Ríos”, cantaba. “¿Cómo me veis? Acordes de Bienvenidos. Sin parar. Segundo tema. “Buenas noches, bienvenidos, hijos del Rock and Roll”. Ovación. Es un ídolo y se nota. “…a los nietos del rock and roll”. Decenas de móviles en mano grabando.

Como corresponde en los códigos del Rock, saludo y presentación de la banda: “Con ustedes The Black Betty Trío, en realidad son cuatro pero es que no saben contar”. Miguel Ríos alternó durante las más de dos horas que duró el concierto, una exhibición de voz y ganas, las canciones con las reflexiones y el contacto con su público, que fue a escucharle cantar y a saborear con cada palabra que les dirige a unos metros de distancia. A pasar una noche lo más cerca posible de su ídolo.

Ahí viene la plaga, Vuelvo a Granada, Por San Juan, Raquel es un burdel, Para que yo me llame Ángel González, No estás sola, El blues del autobús… Perfecta elección de las canciones, mezclando los ritmos, las conocidas con las nuevas. Lo que esperaba su público.

Tanto valían las canciones como sus reflexiones sobre la vida, su trayectoria, sus historias, los comentarios sobre otros artistas, las continuas referencias a Huelva, a las minas de Riotinto, a Carolina Marín, a la Casa Colón, al Rock… Éstas son algunas de ellas.

“Gracias por venir a vernos, sois, no sé si lo sabéis, mis mecenas, la gente que me permite comprando la entrada que yo pueda seguir haciendo el oficio que más me gusta. Yo no puedo decir como don Antonio Machado ‘Y al cabo nada os debo’ porque sí, os debo el traje que me cubre, la mansión que habito, el pan que me alimenta y el lecho donde yago. Es muy emocionante estar aquí después de 60 años, seguir en la carretera”.

“El poeta granadino Luis García Montero escribió un poema llamado Oración que nosotros convertimos en canción para sumarnos en el clamor planetario contra la interesada y criminal guerra de Irak, por unos barriles de petróleo por una reconstrucción de lo destruido, por el negocio de la estirpe de Caím. Esta canción la cantamos ahora pensando en Ucrania, porque está cerca, somos nosotros, nos está cambiando la vida y sin embargo no somos capaces de parar esa puta guerra”.

“Hay quienes piensan que la canción del bluesman Robert Johnson que vendió su alma al diablo por ser el mejor guitarrista es autobiográfica. Dicen de mí, lleva la pila de tiempo cantando, la voz parece ser que no se le acaba, no se arruga y, lo más diabólico, no se le cae el puto pelo. No saquéis conclusiones, pero de todos los contratos que firmé en mi vida éste es el único en el que me pidieron cláusula de confidencialidad”.

“El fracaso de la dignidad de los hombres está alumbrado por las luces de colores que llevan a los puti clubs en las carreteras de este país y del mundo. Desde el punto de vista de muchos hombres la cosa está cambiando y espero que salgan adelante estas leyes que se están haciendo contra la trata de los seres humanos. Creo que de todas las desigualdades que las mujeres han sufrido históricamente la más lacerante es ésta que se llamaba el oficio más antigua del mundo”.

“Yo vendía discos en una tienda que se llamaba Almacenes Olmedo, no tenía más de 15 años, me metieron muy jovencillo a trabajar, pero fue como una revelación, porque tuve la oportunidad de abrir las cajas de los discos que mandaban de las compañías de Elvis Pressley, Little Richard, del Duo Dinámico, de gente que tenía más o menos mi edad y que ya estaba petándolo. Esa revelación fue la que hizo salir del confort de aquella tienda y que me fuera a Madrid. Y desde entonces siento la añoranza de la belleza y de la pérdida de mi ciudad. Esa añoranza ha sido mi compañera de viaje”.

Como buen concierto de rock, el público pidió más canciones, y el artista complació. Finalizando así un concierto, tal vez el último, que dé Miguel Ríos en Huelva. Quizás, la última vez de ver a la leyenda del rock español en un escenario onubense, en una gira por España a la que sólo le queda un concierto más. Un concierto para recordar.

Los fans de Miguel Ríos acudieron en masa a la Casa Colón. Los fans a los que, como él mismo reconoció, les debe todo. Una legión de seguidores que confirman la importancia de su ídolo.