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Estar vivo y morir

Fotografía: Lucía Salguero
La muerte cava la zanja mientras la mira de reojo y suena el cuarteto de cuerda nº 14 en re menor de Franz Schubert. La doncella se resiste a su muerte prematura, mientras va recorriendo el inevitable camino. Su alma se evapora hacía la tumba. Apenas le queda aliento de vida.

La muerte está próxima y se retuerce. La muerte es retorcida. Y se va acercando a ella, esperando su momento y acechando. Y la empieza a tocar. Comienza la lucha, la danza de la muerte donde se sabe que siempre ganará el mismo, es sólo cuestión de tiempo.

Como Schubert, entre dos mundos, esta revisión contemporánea de La muerte y la doncella, se adentra en la expresión del Romanticismo, la búsqueda de la pasión y la subjetividad, de extremos, como la vida y la muerte. El extremo de la muerte más dura, la que arrebata un cuerpo joven, una vida por delante. Y ahí se sumerge la propuesta de Asun Noales.

La muerte te va cerrando las salidas, las escapatorias, te va dejando sin fuerzas, te va llevando a su terreno, el que está bajo tierra.

Y los cuerpos brillantes se retuercen entre la tierra buscando una salida en su laberinto sin fin en un gran juego de luces amarillas que arrastran la mirada. Los cuerpos se tocan en busca del último hilo de humanidad mientras van desapareciendo y apareciendo entre la tierra. Brazos, manos cabezas, como gusanos que entran y salen.

No podrán volver a salir a respirar, la muerte es el vigilante que nunca descansa.

La muerte ya es su espejo, se sabe todos sus movimientos. Y juguetea con ella a su voluntad, la voluntad que ella deja de tener. La muerte no es una, tiene muchas caras.

Todo el movimiento se va apagando y empiezan a escribir sobre el muro que los separa, ilegibles o no, dejan huella. “Criatura”, escribe la muerte. “Fin, The end”. Una huella que se irá borrando con las mareas, palabras que dejarán de tener sentido cuando se olvide el recuerdo de quien las escribió, que se malinterpretarán y sacarán de contexto.

La doncella se acabará quedando impasible ante el baile de la muerte, coreografiados con los muertos. Y la muerte se acabará llevando en un baile macabro el cadáver inmóvil de la doncella, joven pero, sin embargo, sin vida.

La lucha seguirá mientras todo esto exista. La vida siempre se abre camino y la muerte, siempre paciente, la espera para darle sentido.