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El humor que nunca muere

Fotografía: Clara Carrasco

La buena comedia tiene esa capacidad, esa magia, de convertir la historia de un despiadado asesino a sueldo y un suicida en una sucesión de risas y carcajadas.

Hay una fórmula para hacer reír a la gente que no es fácil de conseguir pero que con una pasmosa facilidad logran la imaginación del autor Francis Veber (La Cena de los Idiotas), Josema Yuste que te saca la sonrisa hasta haciendo de sicario eslovaco serio o Santiago Urrialde que conmueve cómicamente siendo un pesado y fracasado marido.

A las tablas del Gran Teatro onubense llegó un vodevil de éxito, El Aguafiestas, con una sencilla y efectiva escenografía de dos habitaciones contiguas para, pared con pared y ventana con ventana, contraponer dos vidas unidas en ese instante por la muerte, para matar y para matarse.

Humor limpio, clásico, directo. Muy entendible por un público que disfrutó desde el principio con risas y aplausos hasta la gran ovación final.

No es un humor complicado, ni con segundas. Con la dirección de Marcelo Casas se hace un rápido planteamiento de la obra y los protagonistas para pasar directamente a lo que interesa, la interrelación de los personajes.

Josema Yuste hace su personal interpretación del asesino, con un acento de los países del Este de Europa que no abandona, con sus dificultades para pronunciar la ‘r’ y con su impagable gesticulación nerviosa que lleva décadas haciendo reír y disfrutar a los españoles. En el Gran Teatro lo consiguió durante varios minutos seguidos. Incluso con sus compañeros de reparto que difícilmente aguantaban la risa. Un imprescindible para todos.

Santiago Urrialde también borda su papel de fracasado, de vecino pesado, de hombre con vida ridícula que se asombra de la frialdad implacable de su vecino Sergei, el asesino a sueldo, mientras él explica que es un representante de una marca china de productos sexuales.

Comedia de situación muy bien acompañada por los actores secundarios con diálogos que repite el público a la salida: “Tengo una muda en mi maleta… pues sácala que estará asfixiándose” (Risas) o cuando recuerdan la confusión del médico.

Así definían su comedia: generosidad, ternura, maldad, ingenuidad, surrealismo, estupidez aparente y profundidad desaparente. Y así lo vivió el público onubense del Gran Teatro.

Ovación final y salida del teatro con la sonrisa en la cara.