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Dimensión Perianes, un privilegio

Fotografía: Rafa del Barrio

No somos conscientes todavía de la dimensión como pianista de Javier Perianes. Tal vez, porque lo hemos visto crecer a pocos kilómetros en su Nerva natal o, simplemente, por nuestra profunda incultura sobre la música clásica, algo denostado en una educación cada vez menos humanística, es decir, en lo que se entiende como formación del ser humano.

Porque si fuésemos conscientes, se llenarían varios teatros y abriría su presencia la portada de todos los medios de comunicación onubenses sobre un pianista que, en plena madurez, ha trascendido en sus interpretaciones y está no sólo entre los mejores, sino entre los más influyentes a día de hoy en la actualización de la música clásica. A nivel mundial.

Actuar el Carnegie Hall o en el Festival de Lucerna, ser reclamado por directores como Barenboim o Zubin Mehta, pedir su presencia en escenarios de medio mundo, es algo excepcional, una rareza que contrasta con la naturalidad y humildad de alguien atípico, un pianista que está en la élite de la música clásica y que, desde la sencillez, no renuncia a defender lo que siempre ha sido la Cultura con mayúsculas, no un entretenimiento, es la profundización en el alma, en la estética. No es sólo un entretenimiento, es la sublimación de la belleza y la búsqueda constante de nuevos límites. Es la vanguardia del pensamiento que requiere esfuerzo, constancia y formación.

Y así, sin renunciar a nada, se presentó en el escenario del Gran Teatro con un piano y un banco, sin artificios. Con un tenue foco de luz anaranjada y el resto del teatro a oscuras, sin efectos especiales ni avances tecnológicos. Salió y con un breve saludo, como si de un estudiante avergonzado ante su primera actuación se tratara, se sentó, comenzando a salir de sus prodigiosas manos una melodía deliciosa.

Y en su propuesta no bajó el nivel, porque la Cultura nunca debe bajar el nivel, en todo caso, hacer comprensible la exigencia. Propuso en una primera parte variaciones sobre temas entre el matrimonio Schumann y Johannes Brahms, con aquella interesante y compleja historia de mitad del XIX de correspondencia musical.

Y en una segunda parte quiso mostrarnos cómo la pintura de Goya se transformó en música en la mente de Enrique Granados para contar el amor de principios del XX.

Tras la interpretación del primer tema con las variaciones de Clara Schumann sobre un tema de su marido Robert Schumann, Perianes hizo una pequeña pausa para explicar su repertorio “aunque aquí seguro que hay algunos que sepan más que yo pero voy a explicarlo para los que vengan por primera vez”, señalaba el pianista que, con el humor que caracteriza a la mente profunda y cultivada, sacaba la sonrisa del público con la explicación del tercer tema, las variaciones de Johannes Brahms sobre el primer tema ya interpretado. “que no piensen que no le ha salido muy bien al pianista y quiere hacerlo otra vez (Risas)” para explicar a continuación cómo Brahms va desarrollando una obra maestra de Schumann, cambiando el registro, utilizando de forma distinta la mano izquierda…

El trasfondo humano de estas tres piezas, más allá de la calidad musical, es la profunda relación entre Clara y Robert Schumann y el joven Brahms, nunca aclarada del todo, y que se convirtió en tema de interés allá por mediados del XIX dejando excepcionales composiciones musicales y regalos de ida y vuelta con las variaciones de las obras.

La segunda parte del concierto regresó con la España de principios del sigo XX de la mano de las ‘Goyescas’ o ‘Los majos enamorados’ de Enrique Granados, una suite para piano compuesta en 1911 y considerada una de sus obras maestras, inspirada en la obra de Francisco de Goya de quien era un gran admirador el compositor catalán.

Un relato dramatúrgico nacido de la observación de los caprichos de Goya que Perianes quiso compartir con el público onubense antes de su interpretación, acercando lo excepcional y haciendo inteligible la creación con un lenguaje que, de nuevo, logró la complicidad del público.

Explicaba el pianista nervense que la obra consta de seis piezas siendo la primera ‘Los Requiebros’, “la traducción para nosotros hoy sería la conquista en el momento en el que el majo comienza a flirtear con la maja en una melodía que se repite de muchas maneras, el majo le dice de 27 maneras distintas lo que le gusta y lo que la quiere”.

El segundo tema se llama ‘Coloquio en la reja’, “en aquella época no estaba muy bien visto que un chico y una chica estuvieran solos sin una reja de por medio, el majo se declara”.

El tercero el ‘El fandango del candil’, “donde no hay tema todavía, el majo se viene arriba y cree que lo tiene ya casi hecho y se vuelve flamenco, andaluz, en muchos momentos más que castizo, lo que dominan son motivos andaluces”.

‘Quejas, o la maja y el ruiseñor’, “un diálogo en el que se escucha el canto de un ruiseñor, una pieza melancólica, triste, en el que suponemos que le cuenta lo que siente. En la historia subyace que detrás de la maja no sólo está el majo, hay otros que aspiran a su amor”.

En la quinta pieza ‘El amor y la muerte’. “se produce el drama con una pieza tempestuosa y siento deciros que el majo muere”.

El último número, ‘Serenata del Espectro’, “como el majo no se puede estar quieto, Granados va sacando temas de todos los números anteriores y es una manera de decir que el majo desde el otro lado sigue enamorado de la maja”.

Perianes pasó por el Gran teatro, por Huelva, dejando una pequeña muestra de aquello que se le reclama por medio mundo, ofreciendo a los onubenses la posibilidad de escuchar a un intérprete que llena los escenarios más prestigiosos, que profundiza en la interpretación de los grandes temas de la música clásica. Uno de aquellos imprescindibles que da esta tierra y que sigue su camino, único y diferente, dejando su huella personal en el mundo de la música clásica. Un privilegio.